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28/02/2019

LA MITAD DE LOS PROFESORES UNIVERSITARIOS INCUMPLEN SU OBLIGACIÓN DE INVESTIGAR

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Un endeble sistema de rendición de cuentas llena las aulas de funcionarios que transmiten conocimiento sin generarlo. El sistema de sexenios se revela insuficiente 30 años después


profesorado universitario

Investigadores en un laboratorio universitario.

 

 

Desde 1983 la ley establece que los profesores universitarios están obligados a enseñar e investigar, pero la mitad de ellos lo incumple. El 34% de los catedráticos (3.600) y el 60% de los profesores titulares (16.200) no han demostrado producir ciencia de calidad a lo largo de toda su carrera, como demuestran los datos recién publicados por el Ministerio de Educación que, en todo caso, reflejan una mejoría respecto a hace un lustro. La investigación en la Universidad se evalúa y se premia con un complemento salarial en la nómina. Son los llamados sexenios, que ideó el catedrático Roberto Fernández de Caleya hace 30 años y que impusieron por primera vez la autoevaluación de un colectivo de funcionarios y su efecto en el sueldo.

EE UU y China lideran la productividad científica medida en patentes y en publicaciones en revistas especializadas. En estas últimas editaba España en 1990, el 1,6% de las investigaciones mundiales y hoy alcanza el 3,2%, ocupando el undécimo puesto. Además, registra un 1% de patentes lo que la sitúa en un décimo sexto puesto. El 19% de estas patentes en 2017 fueron universitarias, frente al 12,4% una década antes.

 

PERSONAL DOCENTE E INVESTIGADOR EN LA UNIVERSIDAD

Curso 2017-2018

Fuente: Sistema Integrado de Información Universitaria (SIIU) de la Secretaría General de Universidades. EL PAÍS

 

La importancia de la investigación universitaria la resume así Juan Romo, rector de la Carlos III, uno de los campus públicos más jóvenes y que puede presumir de tener una media alta de sexenios (2,9 de promedio): “Lo que diferencia a una buena Universidad es que su plantilla esté en contacto con la frontera del conocimiento, profesorado que no solo transmita, sino que genere y transfiera ese conocimiento”.

En el estudio ¿Afectan las funciones de investigación y administración a la docencia? (2015), de Aurora García-Gallego, catedrática de Análisis Económico, y varios colegas, se concluye que las clases de quienes hacen ciencia son un 20% mejores, porque esos docentes están más al día en un mundo en constante cambio. Pero se advierte, a la vez, que un exceso de investigación acaba por descuidar la docencia. El estudio se abordó con opiniones anónimas de 600 personas de la Universidad Jaume I de Castellón.

Los profesores que investigan solicitan de forma voluntaria cada seis años su complemento salarial. La Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora (CNEAI) —formada por científicos universitarios de prestigio y representantes de las autonomías y el Gobierno— examina los trabajos presentados para ver si cumplen los méritos previstos (artículos, libros o patentes). Si pasan la prueba su sueldo se incrementará con 140 euros mensuales. A lo largo de la carrera se pueden acumular seis sexenios. La estadística demuestra que los profesores de más edad acreditan pocos. El 20% de los profesores titulares (5.400) no tiene ninguno porque no investiga o lo hace con resultados mediocres. “Hay mucha gente de la vieja guardia que cree que basta con dar clases”, se lamenta García-Gallego.

Entre los que no tienen sexenios cabe también la posibilidad de que sencillamente no les interese solicitarlos. Pero esto no es habitual si se ha investigado previamente, porque los sexenios son imprescindibles en algunas universidades para impartir clases de doctorado, dirigir tesis o participar en los tribunales que las evalúan. Y sin sexenios hoy no se promociona en la carrera, eso fuerza a los más jóvenes a lograrlos.

Ese aparente desinterés por incrementar el sueldo a base de investigar puede tener su origen en la Ley para la Reforma Universitaria de 1983, que permitió subir los salarios a quienes firmaran contratos con la industria. Parte de los profesores de Ingenierías han descuidado su vertiente investigadora menos lucrativa en favor de la empresa privada. Y por tanto tienen menos sexenios.

"Para nosotros los de letras investigar es casi el hobby que haces en tu tiempo libre, estás deseando que llegue el fin de semana o la semana santa para poder escribir algo", explica Rocio, ayudante doctor de la Universidad de Sevilla. "En la universidad es imposible sacar un minuto, entre gestión, clases, tutorías".

García-Gallego alaba a los países anglosajones, donde el investigador cada año se reúne con su jefe y repasa la contribución científica de este, los fondos económicos que ha traído a su universidad para emprender líneas de investigación y la opinión que sus alumnos tienen de él.

Lejos de tener un sistema tan organizado, en España las universidades carecen, en general, de mecanismos para la rendición de cuentas de los profesionales. Hay, sin embargo, versos sueltos, como la Carlos III, que tienen mayor control y mejores estadísticas: “Hay que incentivar la investigación con complementos salariales, menos horas de clase, más laboratorios o más ayudantes”, defiende el rector Juan Romo. Esta universidad evalúa la labor del profesorado cada dos años y la premia económicamente.

El catedrático Alonso Rodríguez Navarro, que participó en el inicio de los sexenios, opina 30 años después que el sistema no funciona, porque “no se hace ciencia para avanzar, sino para publicar en una revista de impacto y que te cuenta para lograr un sexenio”. Aunque cree que sin la evaluación “la cosa sería aún peor”. Pone de ejemplo a Reino Unido, donde se supervisan los resultados de los departamentos y en función de ello se les financia, pero es costosísimo.

 


¿Docentes que solo enseñan?

Un informe encargado por el PP planteó en 2013 que hubiese campus sin investigación, como los colleges de Estados Unidos que solo imparten grados.  “De facto existe ya esa figura y debería de estar regulada, pero estando al tanto de la investigación. Si son buenos podían impartir las clases en los primeros cursos, que el temario no ha cambiado en años. Nadie duda de la calidad de Oxford o Cambridge y allí hay ese tipo de profesores”, razona Juan  Margalef, de La Facultad Invisible, una asociación fundada por los premios nacionales de fin de carrera. El catedrático de la Politécnica de Madrid Alonso Rodríguez Navarro matiza que estos funcionarios servirían para docencia de grado, pero no siempre en máster y nunca en doctorado.


 

En 2013 un informe encargado por el ministro José Ignacio Wert ya evidenció que “el 57% de los profesores universitarios funcionarios tienen un sexenio reconocido o ninguno, es decir, una actividad investigadora nula o casi inexistente”. Las cifras poco a poco van mejorando.

 

 

Fuente: El País

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