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13/11/2016

UNA DE VAQUEROS

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Lo contaré tal cual me lo contaron

“Era una de esas cenas de equipo, de las que realizan los gerentes con la plana mayor  tras una larga reunión de ventas, de datos, de listos haciendo suyo el resultado de todo su equipo y de expertos "marketinianos" descubridores de la Línea de Tendencia.

Sentados en una gran mesa rectangular estábamos doce gerentes, dos jefes de ventas, dos secretarias y el gran director general, un francés con buen rollo personal pero con muy mala leche comercial, de los que aprovechan cualquier acercamiento para colarte un “¿cuándo vais a empezar a vender en vuestra zona?”  Una joya que además de pasarse la velada tocando las criadillas al de su derecha, al de su izquierda y a un servidor que estaba enfrente, aprovechaba para hacernos saber lo listo que era y lo bien que se le daba todo,  deportes incluidos. Siempre ganador. Si hablábamos de golf, él tenía un hándicap tres, si de baloncesto era capaz de meter un triple desde Pernambuco, si lo hacíamos de poker había ganado varias veces el World Series of Poker. En fin, que nada se le resistía, un campeón de todo lo que le pusieras por delante. Demostraba ser extremadamente competitivo y eso en mi pueblo tiene un precio.

Teníamos la mesa abarrotada de botellas, entre los cuatro que estábamos enfrentados nos habíamos zampado un par de botellas de Rioja, otro par de Ribeiro y otras dos de agua. Presumiendo que aquello había sido poco, a los postres nos trajeron una de aguardiente peleón, de ese que te hace ver cosas, junto con unos chupitos que asemejaban  vasos de tubo, grandes, gruesos y con capacidad suficiente para “encogorciarte” con la mitad. Miré la botella que según la etiqueta tenía tanto alcohol como toda la destilería Dyc, miré el “chupitón” y  al director general que en aquel momento hacía alarde de lo bien que se le daba esquiar, de lo altos y arriesgados que eran sus descensos. Ya se sabe que la ocasión hace al hombre ladrón y tuve la sensación que habían dejado sin vigilar el Banco de España.

Aproveché el momento en el que él compañero de la izquierda le daba coba y lo tenía ensimismado con la proyección de ventas a tres años, y fui apilando botellas delante de mí.  Hice una especie de barricada etílica y coloqué el chupito frente a ellas. Lo llené de agua hasta arriba y esperé la ocasión para echarle el anzuelo a la trucha. Cuando los dos que tenía enfrente dejaron de darse coba,  le pregunté al Francés

  • ¿En Francia también tomáis aguardiente? – cogí la botella y tras el parapeto hice que me servía en el vaso que había llenado de agua

  • ¿Cognac o Armagnac? – echó una sonrisa de oreja a oreja - ¿Qui pasa?¿No connoses el cognac? – volvió a reir pero esta vez enseñando una perfecta dentadura

  • ¡Claro, hombre! – dije – Pero no me refiero a si tenéis si no a si lo tomáis como aquí – levante el “chupitón”, hice el saludo de rigor hacia él, y me lo tomé de un trago – En España, los hombres lo toman así – quedé mirándole.

No tardó ni medio segundo en coger la botella y llenar el suyo, hasta el borde, de aguardiente

  • En Frangsia también lo hacemos di la misma mannega -y se zampo de un sorbo 100 ml de aquel mejunje peleón y cabezón – ¡Istá bueno! – dijo sin inmutarse, mientras le salía un hilillo de lágrima

Moví la cabeza arriba y abajo mientras lo miraba fijamente. ¡Qué huevos! Pensé. Dejé que el alcohol hiciese su efecto y mientras se enzarzaba de nuevo con el compañero de su izquierda en una perorata sobre la importancia del gerente y su rol como pilar esencial de la Compañía, repetí la operación, llene de nuevo mi chupito de agua y volví a mirarlo fijamente

  • ¡No hay una sin dos! – dije antes de tomarlo de un trago mientras él abría sus ojillos perplejo, imagino que pensando en la calentura que le había entrado con el anterior.

No hizo falta esperar. Lleno de nuevo su chupito y trago como un poseso. Lo dejó con fuerza sobre la mesa y volvió a llenarlo

  • ¡Ni dos sing trress! – gritó y otro para dentro

Mientras daba otro golpe en la mesa, con el chupito vacío,  me dijo

  • ¿Y ahoga qué? ¿Vas a tomarg otro como haciemos en Frangsia? – Me miraba amenazante

  • No. Yo con dos ya voy servido. No podría tomar más – levantó su pulgar. Había vuelto a ganar.

Al salir del restaurante hacía eses, muchas eses. Hablaba más raro que de costumbre mientras se  iba y se venía para los lados. Alguien le ayudó a pedir un taxi y lo metió dentro

A la mañana siguiente, en la sala de reuniones, me miraba. A la hora del café se me acercó

  • ¡Nesesito un cafie! – dijo

  • Aquí le solemos echar aguardiente – conteste

  • En Frangsia no – cogió su café – ¡En Frangsia no somos tan caborones! – dijo mientras se alejaba

Siempre recordaré a este director general. Excelente profesional, competitivo hasta la médula y al que solo ganabas si no sabía de qué iba el juego”

 

JSánchez

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